jueves, 28 de julio de 2011

En recuerdo de Concha Colomer, de Jose Maria Martin Moreno

Permitidme unas breves palabras para rendir homenaje a la maravillosa persona que ha sido y será siempre para nosotros Concha Colomer. Mis primeros encuentros con ella tuvieron lugar en Granada en el año 1989 cuando yo acababa de llegar a la Escuela Andaluza de Salud Pública y mantuvimos una reunión que se organizaba allí sobre el tema de promoción de la salud y ciudades saludables. Desde el primer momento me llamaron la atención tres características de Concha. La primera, su capacidad de escuchar e intercambiar ideas con sosiego, y siempre con espíritu constructivo. La segunda, su aproximación a la salud pública aplicada a la búsqueda de la equidad. Sin duda fue líder en mostrarnos la importancia de los determinantes sociales de la salud, y de la esencial necesidad de considerar la perspectiva de género en nuestros análisis y propuestas de salud pública.  Y la tercera, algo que emergía directamente en su mirada: su sentido de compromiso social y profundo deseo de hacer el bien.

Algo más cercano en el tiempo tengo en mi retina el recuerdo de cuando me dio la bienvenida a Valencia en el 2004 y diciéndome que si necesitaba algo,... ahí estaba ella para echar una mano. Es difícil expresar el enorme valor que tuvo ese gesto para mi en ese momento. Años más tarde, y aun dentro de lo ajetreado de nuestras respectivas vidas, tuve la oportunidad de compartir buenos momentos con Concha y Carlos durante algún fin de semana en La Pobla del Vallbona. Más recientemente tuve alguna ocasión (mucho más fugaz de lo que me habría gustado) de intercambiar  ideas con ella en sus funciones como representante del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad y en las mías en la OMS-Europa. Sin duda todos la considerábamos una autoridad en la materia, y destaco la utilización del término “autoridad”, más allá de la connotación formal, como atributo que se gana con el buen hacer y el ejemplo cotidiano.

Envío sentidos abrazos a Carlos, a Marina y a toda la familia de Concha Colomer, y concluyo agradeciendo a la vida el haberme dado la oportunidad de conocer a una persona como Concha. Su inspiración perdurará a través de sus lecciones como mujer culta, generosa, amiga y que se supo ganar nuestro cariño, respeto y admiración para siempre.
Con profundo afecto,

Jose Maria Martin Moreno

Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública,
Facultad de Medicina, Universitat de València     

jueves, 21 de julio de 2011

Siempre estará en nuestro corazón, de Eduardo Zafra.


Concebir, consolar, confiar….Aun resuenan en mis oídos las hermosas palabras de despedida que Joan Paredes le dedicó a Concha.
Que hermoso poema…Que maravilloso texto de homenaje…Que pena que no se lo pudiera decir estando viva. Aunque estoy seguro que Joan, como muchos de nosotros, durante todos estos años y cada vez que hemos tenido la suerte de coincidir con ella, le hemos manifestado nuestro afecto y nuestra admiración.
Cuando la conocí, hace mas de 30 años me impacto por su afabilidad y por su determinación. Yo, recién acabada la carrera de medicina, a trancas y barrancas, después de un expediente disciplinario por perturbar el orden público (era el año 73), recurrí a D. Joaquín Colomer para hacer la especialidad de pediatría. No era raro que aquellos que habíamos sido represaliados por combatir la ignominia de la dictadura, buscáramos en la cátedra de Colomer un refugio donde crecer. Colomer tenía una visión social de la pediatría que había plasmado en la apertura de una consulta de pediatría (lo que luego con el tiempo formaría parte del programa del niño sano) en colaboración con la asociación de vecinos, para la atención integral del recién nacido, en una zona de la ciudad de Valencia altamente combativa.
Allí conocí a Concha, todavía estudiante de medicina, pero que ya había hecho del compromiso social una bandera y aunque desde mi “posición” de persona comprometida y represaliada de la lucha antifranquista (también por la arrogancia que otorga ser joven) la labor en aquel consultorio, me parecía un labor con un componente caritativo importante (la mayoría de los que acudían eran gente muy humilde) pronto me di cuenta que esta iniciativa estaba ligada a una normalización democrática de los sistemas de salud que había que empezar a evidenciar. Con Concha, una mas en aquella balsa democrática, todo fue fácil, llamaba la atención su compromiso y su actitud de ser una mas entre los jóvenes licenciados o estudiantes que habíamos acudido a aquel lugar a dar testimonio que otras formas de hacer eran posibles.
Después por circunstancias de la vida nos perdimos de vista, que no de oídas durante muchos años y nos volvimos a encontrar en Alicante. Ella como profesora y yo como alumno del primer master de salud publica que se hacia en la ámbito territorial valenciano. Fue una inmensa alegría y de nuevo una conexión casi instantánea, que nos llevo a compartir proyectos de todo tipo y que tuvo su continuidad a partir de la apertura del IVEPS. Ciudades Sanas, fue un proyecto en el que colaboramos intensamente y desarrollamos varias líneas de trabajo de participación comunitaria, siempre con el liderazgo y el entusiasmo de Concha. Ya para entonces, no me parecía la estudiante voluntariosa que había conocido en el consultorio de pediatría social, sino una mujer inteligente, con liderazgo, capaz de motivar e involucrarte en proyectos ambiciosos, eso si siempre con una actitud cercana y afectuosa, a la que te resultaba muy difícil decirle que no.
Luego vinieron otros aires políticos y como es frecuente en nuestro país el sectarismo vence sobre la racionalidad y eso nos separó en el ámbito laboral, que no en el de los afectos.

Todo lo que tiene que ver con Concha me conmueve, tal vez desde siempre, pero más ahora que con su pérdida el dolor es muy agudo. Creo que fue una gran mujer, desde el punto de vista de su proyección pública, pero más grande todavía en la corta distancia. Yo no recuerdo una acogida mas calida y generosa que la que te ofrecía Concha cuando, después de un tiempo, te encontrabas con ella. La sonrisa en su boca y en sus ojos era una invitación a la alegría, al cariño, a compartir, a sentirte por fin en casa... Personas así te hacen este mundo mas acogedor y su sola presencia te desarma frente al escepticismo rampante sobre el género humano que nos invade.
Ahora somos legión los que lloramos enrabietados su pérdida. Pero yo me he hecho el propósito de recoger sus valores y su recuerdo e incorporarlos en mi vida, como un pequeño homenaje permanente hacia ella, pero sobre todo para intentar ser mejor persona.

Valencia mayo de 2011
Eduardo Zafra


miércoles, 13 de julio de 2011

La vida perdurable, aquí en la tierra.

Creo que Rosanna, Rosana Peiró, dirá ya mucho de lo que a muchos nos parece relevante, imprescindible, casi sagrado –paganamente sagrado– de la vida de Concha, y de su huella. No lo sé; lo sé. Y lo demás lo pensaremos juntos, todos nosotros, aquí o en cualquier lugar convocados.­­­­­

En parte, es como que no encuentras fuerzas para buscar, escarbar, bucear... en treinta años justos de amistad y relación profesional, desde aquel verano en Amherst cuando la conocí, a Concha, junto a Carlos, Paco, Andreu, Pedro... Cuyos nombres ahora convoco junto al de Concha. Porque quiero pensarnos juntos.("Mirad: somos nosotros"). Y porque la muerte no puede con ello. Es un hecho: Concha, Carlos, Paco, Miquel, Fernando, Alfonso, Andreu... tantas veces, y tantas otras con tantas otras compañías. Días luminosos, noches de seda negra, de afanes y risas, perdurables. La muerte, que es tan fundamental en este oficio; el salubrista, claro. Y el de vivir. La vida pudo olvidar o nublar, a ratos; pero ahora, súbitamente, la muerte hace perdurable todo lo relevante. Concha, ¡no lo esperábamos...!

Esta tristeza, estos años, no hace mucho: enterrando a demasiados amigos. (Lo digo todo "en masculino", Concha, ahora mismo es lo más feminista). Demasiados muertos de nuestra edad cercana, cercanos. Es como si la función de riesgo, algún tipo raro de tasa de mortalidad a la que no prestamos atención –esos días entre el cuidado césped de Amherst– se hubiese acelerado, transitoriamente, perversa, estos años que podrían ser maravillosos. La función, la otra, la del corral de comedias, la de los autos sacramentales, continúa; tan española. Nadie sabe cuántos días más va a durar. La vida, digo, verdad... Quizá mueras la semana que viene. Mientras... mientras tanto creamos nuevos rituales laicos, aprendemos la ancestral desolación, la tenue tristeza de todos los siglos. Por los siglos de los siglos. Así sea. Así es: nuestra inexperiencia –o nuestra inocencia– es tal que esto nos parece nuevo, que antes no les ocurría, que la gente tenía sacerdotes, templos, cánticos, el embriagador olor del incienso. Mas es así de antiguo, simple e inexplicable: aprendemos a enterrar a nuestros amigos. A despedirnos, a llorar desde lo hondo de "aquell silenci antic i molt llarg". Y algo completamente inesperado, insólito y sencillo: que la vida de las personas, de los amigos –la de Concha, sin ir más lejos– es perdurable. Abajo la muerte, viva la vida.

Miquel Porta Serra
Investigador y catedrático de salud pública del Instituto Municipal de Investigación Médica y la Universidad Autónoma de Barcelona; ex-profesor y ex-miembro del Consejo Científico del Institut Valencià d'Estudis en Salut Pública (IVESP)

viernes, 8 de julio de 2011

Agradecimiento

Queremos agradecer al Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad el reconocimiento y las buenas palabras llenas de cariño y respeto hacia nuestra querida madre, hija, hermana y sobretodo gran mujer que era Concha Colomer.

Es difícil homenajear a alguien a quien aun se siente vivo, cuando ha sido tan rápido, cuando deseamos no tener que haberlo hecho. Pero aun así el evento estuvo lleno de cariño y emociones. Compartimos todos la suerte de haberla tenido.

Queremos mostrar nuestro agradecimiento a todas las personas que organizaron y participaron en este homenaje. Por hacerlo posible a pesar de las dificultades del momento y por haberlo hecho tan bien y con tanto cariño.

Gracias, de corazon.
La familia de Concha Colomer Revuelta.