Admirada
Concha:
Ayer tarde, 29 de julio del
2011, fui al homenaje que se celebró en tu memoria. Yo no era amiga
tuya, ni colaboré directamente contigo, ni vivo en Madrid sino a
unos 600 km que recorrí no sólo aparcando tareas familiares y
profesionales que parecen inaplazables, sino también la pereza que
me retiene desde niña para asistir a cualquier acto social público
o privado que pueda olvidar su fundamento y ceda al rictus
protocolizado para lanzar mensajes interesados fuera de tiesto.
Y fui sin olvidar que difiero
del enfoque actual de ciertas prioridades en las políticas de
igualdad, lo que percibía que me distanciaba algo de ti y a ti de
mí, en las escasas veces que hemos coincidido directamente en foros,
como fueron aquellos encuentros anuales de la Red-CAPs, y las
presentaciones de las Estrategias de Atención al Parto Normal, y a
la Salud Sexual y Reproductiva.
Pero fui impulsada desde la
entraña, para compartir el agradecimiento y testimoniar mi apoyo al
reconocimiento del trabajo tan importante que históricamente
has liderado
desde el Observatorio de Salud de las Mujeres y el Mº de Salud,
Política Social e Igualdad. Fui completamente convencida de que
quería estar allí para mantener
viva la memoria colectiva
que en diferentes periodos de tu tiempo de vida, ha reunido
a mujeres y hombres que con nuestras diferencias sentimos vivo el
anhelo y el compromiso con una vida en equidad y paridad.
Fui con la conciencia clara
acerca de la excepcional experiencia política y científica que has
logrado promover desde un cargo ministerial, al aglutinar equipos y
grupos de trabajo de profesionales y usuarias de amplio espectro
social, que han participado en los
procesos de formulación de políticas públicas de salud a favor de
las mujeres y la de sus parejas - la de sus amores filiales y
conyugales, impulsando y sosteniendo espacios abiertos tanto al rigor
clínico como a una evidencia científica basada en la escucha
de las voces y experiencias sociales de las mujeres, hoy ya algo
menos ninguneadas, y en
especial, de las mujeres madres.
Fui a tu homenaje admirada
porque había sido testigo
de la extra-ordinaria coherencia entre el qué y el cómo en el
proceso que has liderado para promover el empoderamiento general de
las mujeres, mediante el empoderamiento concreto de las mujeres de
carne y hueso que
han trabajado en equipo para hacer efectivas las políticas públicas
de salud e igualdad con perspectiva de género. Fui conmovida porque
había sido testigo circunstancial del desmoronamiento de algunas
colaboradoras directas tuyas, de Isabel Espiga y de Celia, en el
momento en que se enteran de tu muerte.
Nunca, Concha, había
escuchado, como escuché de ellas, palabras tan hermosas ni tan
agradecidas, ni tan rotas, dichas desde las entrañas abiertas en ese
momento, hacia
una mujer que siendo su jefa había sabido desde la igualdad puesta
en práctica,
escuchar, apoyar, confiar, delegar, reforzar, reconocer, estimular,
dignificar, en definitiva, valorar y empoderarlas personalmente a
través de su trabajo. Hasta el punto que me hicieron conectar con el
dolor y el anhelo, con la carencia y la necesidad, con
el hambre histórica que tenemos las mujeres de relacionarnos en el
espacio público con dirigentes tan diligentes como tú.
Fui a tu homenaje para estar
con mis amigas, feministas y madres, para celebrar con ellas haberte
conocido, para decir que sí, que sí existen mujeres, como tú, que
han sabido dejar huella para que otras cojan el testigo y aprendan de
tu ejemplo, para decir que sí, que
existen modelos públicos actuales de mujeres que saben hacer
política y ciencia, con visión grande, integradora, desde la
dedicación a lo cotidiano, integrando el qué y el cómo, con –aquí
sí- perspectiva y vocación de género.
Gracias Concha.
Volví del homenaje conmovida
por las personas que te recordaron en alta voz, por las personas que
habiendo estado muy próximas a ti estaban allí, escuchando en
profundo silencio la unanimidad de las motivaciones para seguir
queriéndote tanto. Volví sintiéndome más cerca de ti a través
de tus familiares, tu hija, tus amigas y amigos, tus colegas, más
cerca de tu mirada compartida, de tu serena visón a través y más
allá de las ventanas a este mundo.
Pero también sigue abierta en
mí la intuitiva sospecha, la
indignación ante algo que hay que seguir poniéndole nombre para
contarlo, y que tiene que ver con la entrega de las mujeres, como es
tu caso, a las grandes y pequeñas causas solidarias y justas, que
les exige tanto para conseguir algo que importa tanto sin ser
considerado todavía importante en un mundo tan patriarcalmente
complicado, que lo pagan en salud y tiempo de vida.
Y ese era precisamente uno de tus retos políticos, que quizás
pagaste con el mismo precio. Por eso todavía me siento más en deuda
contigo y con tantas otras mujeres.
Regresé conmovida por un acto
organizado con fundamento donde todas las palabras libres,
emocionadas y comedidas a un tiempo, salían y entraban del mismo
tiesto: haber
compartido tu saber hacer como mujer.
Gracias a tus familiares, amigas, amigos y colegas, regresé algo más
empoderada. Muchas gracias Concha también por tod@s ell@s.
Isabel
Aler Gay.
Universidad de Sevilla.