jueves, 3 de abril de 2014

Sobre el homenaje a Concha

 Admirada Concha:

Ayer tarde, 29 de julio del 2011, fui al homenaje que se celebró en tu memoria. Yo no era amiga tuya, ni colaboré directamente contigo, ni vivo en Madrid sino a unos 600 km que recorrí no sólo aparcando tareas familiares y profesionales que parecen inaplazables, sino también la pereza que me retiene desde niña para asistir a cualquier acto social público o privado que pueda olvidar su fundamento y ceda al rictus protocolizado para lanzar mensajes interesados fuera de tiesto.
Y fui sin olvidar que difiero del enfoque actual de ciertas prioridades en las políticas de igualdad, lo que percibía que me distanciaba algo de ti y a ti de mí, en las escasas veces que hemos coincidido directamente en foros, como fueron aquellos encuentros anuales de la Red-CAPs, y las presentaciones de las Estrategias de Atención al Parto Normal, y a la Salud Sexual y Reproductiva.
Pero fui impulsada desde la entraña, para compartir el agradecimiento y testimoniar mi apoyo al reconocimiento del trabajo tan importante que históricamente has liderado desde el Observatorio de Salud de las Mujeres y el Mº de Salud, Política Social e Igualdad. Fui completamente convencida de que quería estar allí para mantener viva la memoria colectiva que en diferentes periodos de tu tiempo de vida, ha reunido a mujeres y hombres que con nuestras diferencias sentimos vivo el anhelo y el compromiso con una vida en equidad y paridad.
Fui con la conciencia clara acerca de la excepcional experiencia política y científica que has logrado promover desde un cargo ministerial, al aglutinar equipos y grupos de trabajo de profesionales y usuarias de amplio espectro social, que han participado en los procesos de formulación de políticas públicas de salud a favor de las mujeres y la de sus parejas - la de sus amores filiales y conyugales, impulsando y sosteniendo espacios abiertos tanto al rigor clínico como a una evidencia científica basada en la escucha de las voces y experiencias sociales de las mujeres, hoy ya algo menos ninguneadas, y en especial, de las mujeres madres.
Fui a tu homenaje admirada porque había sido testigo de la extra-ordinaria coherencia entre el qué y el cómo en el proceso que has liderado para promover el empoderamiento general de las mujeres, mediante el empoderamiento concreto de las mujeres de carne y hueso que han trabajado en equipo para hacer efectivas las políticas públicas de salud e igualdad con perspectiva de género. Fui conmovida porque había sido testigo circunstancial del desmoronamiento de algunas colaboradoras directas tuyas, de Isabel Espiga y de Celia, en el momento en que se enteran de tu muerte.
Nunca, Concha, había escuchado, como escuché de ellas, palabras tan hermosas ni tan agradecidas, ni tan rotas, dichas desde las entrañas abiertas en ese momento, hacia una mujer que siendo su jefa había sabido desde la igualdad puesta en práctica, escuchar, apoyar, confiar, delegar, reforzar, reconocer, estimular, dignificar, en definitiva, valorar y empoderarlas personalmente a través de su trabajo. Hasta el punto que me hicieron conectar con el dolor y el anhelo, con la carencia y la necesidad, con el hambre histórica que tenemos las mujeres de relacionarnos en el espacio público con dirigentes tan diligentes como tú.
Fui a tu homenaje para estar con mis amigas, feministas y madres, para celebrar con ellas haberte conocido, para decir que sí, que sí existen mujeres, como tú, que han sabido dejar huella para que otras cojan el testigo y aprendan de tu ejemplo, para decir que sí, que existen modelos públicos actuales de mujeres que saben hacer política y ciencia, con visión grande, integradora, desde la dedicación a lo cotidiano, integrando el qué y el cómo, con –aquí sí- perspectiva y vocación de género. Gracias Concha.
Volví del homenaje conmovida por las personas que te recordaron en alta voz, por las personas que habiendo estado muy próximas a ti estaban allí, escuchando en profundo silencio la unanimidad de las motivaciones para seguir queriéndote tanto. Volví sintiéndome más cerca de ti a través de tus familiares, tu hija, tus amigas y amigos, tus colegas, más cerca de tu mirada compartida, de tu serena visón a través y más allá de las ventanas a este mundo.
Pero también sigue abierta en mí la intuitiva sospecha, la indignación ante algo que hay que seguir poniéndole nombre para contarlo, y que tiene que ver con la entrega de las mujeres, como es tu caso, a las grandes y pequeñas causas solidarias y justas, que les exige tanto para conseguir algo que importa tanto sin ser considerado todavía importante en un mundo tan patriarcalmente complicado, que lo pagan en salud y tiempo de vida. Y ese era precisamente uno de tus retos políticos, que quizás pagaste con el mismo precio. Por eso todavía me siento más en deuda contigo y con tantas otras mujeres.
Regresé conmovida por un acto organizado con fundamento donde todas las palabras libres, emocionadas y comedidas a un tiempo, salían y entraban del mismo tiesto: haber compartido tu saber hacer como mujer. Gracias a tus familiares, amigas, amigos y colegas, regresé algo más empoderada. Muchas gracias Concha también por tod@s ell@s.


Isabel Aler Gay.
Universidad de Sevilla.

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