jueves, 21 de julio de 2011

Siempre estará en nuestro corazón, de Eduardo Zafra.


Concebir, consolar, confiar….Aun resuenan en mis oídos las hermosas palabras de despedida que Joan Paredes le dedicó a Concha.
Que hermoso poema…Que maravilloso texto de homenaje…Que pena que no se lo pudiera decir estando viva. Aunque estoy seguro que Joan, como muchos de nosotros, durante todos estos años y cada vez que hemos tenido la suerte de coincidir con ella, le hemos manifestado nuestro afecto y nuestra admiración.
Cuando la conocí, hace mas de 30 años me impacto por su afabilidad y por su determinación. Yo, recién acabada la carrera de medicina, a trancas y barrancas, después de un expediente disciplinario por perturbar el orden público (era el año 73), recurrí a D. Joaquín Colomer para hacer la especialidad de pediatría. No era raro que aquellos que habíamos sido represaliados por combatir la ignominia de la dictadura, buscáramos en la cátedra de Colomer un refugio donde crecer. Colomer tenía una visión social de la pediatría que había plasmado en la apertura de una consulta de pediatría (lo que luego con el tiempo formaría parte del programa del niño sano) en colaboración con la asociación de vecinos, para la atención integral del recién nacido, en una zona de la ciudad de Valencia altamente combativa.
Allí conocí a Concha, todavía estudiante de medicina, pero que ya había hecho del compromiso social una bandera y aunque desde mi “posición” de persona comprometida y represaliada de la lucha antifranquista (también por la arrogancia que otorga ser joven) la labor en aquel consultorio, me parecía un labor con un componente caritativo importante (la mayoría de los que acudían eran gente muy humilde) pronto me di cuenta que esta iniciativa estaba ligada a una normalización democrática de los sistemas de salud que había que empezar a evidenciar. Con Concha, una mas en aquella balsa democrática, todo fue fácil, llamaba la atención su compromiso y su actitud de ser una mas entre los jóvenes licenciados o estudiantes que habíamos acudido a aquel lugar a dar testimonio que otras formas de hacer eran posibles.
Después por circunstancias de la vida nos perdimos de vista, que no de oídas durante muchos años y nos volvimos a encontrar en Alicante. Ella como profesora y yo como alumno del primer master de salud publica que se hacia en la ámbito territorial valenciano. Fue una inmensa alegría y de nuevo una conexión casi instantánea, que nos llevo a compartir proyectos de todo tipo y que tuvo su continuidad a partir de la apertura del IVEPS. Ciudades Sanas, fue un proyecto en el que colaboramos intensamente y desarrollamos varias líneas de trabajo de participación comunitaria, siempre con el liderazgo y el entusiasmo de Concha. Ya para entonces, no me parecía la estudiante voluntariosa que había conocido en el consultorio de pediatría social, sino una mujer inteligente, con liderazgo, capaz de motivar e involucrarte en proyectos ambiciosos, eso si siempre con una actitud cercana y afectuosa, a la que te resultaba muy difícil decirle que no.
Luego vinieron otros aires políticos y como es frecuente en nuestro país el sectarismo vence sobre la racionalidad y eso nos separó en el ámbito laboral, que no en el de los afectos.

Todo lo que tiene que ver con Concha me conmueve, tal vez desde siempre, pero más ahora que con su pérdida el dolor es muy agudo. Creo que fue una gran mujer, desde el punto de vista de su proyección pública, pero más grande todavía en la corta distancia. Yo no recuerdo una acogida mas calida y generosa que la que te ofrecía Concha cuando, después de un tiempo, te encontrabas con ella. La sonrisa en su boca y en sus ojos era una invitación a la alegría, al cariño, a compartir, a sentirte por fin en casa... Personas así te hacen este mundo mas acogedor y su sola presencia te desarma frente al escepticismo rampante sobre el género humano que nos invade.
Ahora somos legión los que lloramos enrabietados su pérdida. Pero yo me he hecho el propósito de recoger sus valores y su recuerdo e incorporarlos en mi vida, como un pequeño homenaje permanente hacia ella, pero sobre todo para intentar ser mejor persona.

Valencia mayo de 2011
Eduardo Zafra


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